Cualquier cosa que comas en estos dos lugares ha sido cultivada, cosechada y preparada con la garantía de que es totalmente orgánica: Mandarina, en la isla Holbox de Quintana Roo; y Mar de Jade, en la Bahía de Chacala en Nayarit.
Mandarina se encuentra en el hotel ecológico considerado por Forbes en 2016 como uno de los ocho mejores del mundo: Casa las Tortugas.
Ahí, frente a una playa virgen, el respeto a la naturaleza –como lo resume la publicación estadunidense– se ofrece un menú con productos 100% orgánicos. El pan y las pastas son horneados por ellos mismos, precisa su página web.
En 2018 el chef ejecutivo de Mandarina, Jorge Melul –originario de Buenos aires, Argentina– relató a El Universal su “aventura culinaria” en este hotel. “No conocía México antes de llegar. Me saqué el mito urbano de que toda la comida es picante y me sorprendió la gran variedad que hay en los diferentes estados”, dijo sobre su gastronomía mediterránea con toques caribeños e italianos.
Y Mar de Jade es un hotel que se encuentra en un extremo de la nayarita Bahía Chacala, su especialidad es la realización de talleres y cursos de yoga y meditación, el primero en su tipo en esa zona de la República Mexicana, pues la hotelera Laura del Valle, su propietaria, tuvo la visión de ofrecer espacios para estas actividades frente al espléndido oleaje verde del Océano Pacífico.
En el restaurante del hotel, se sirve la fruta cosechada en los huertos de “el rancho”, como le llaman a la propiedad donde también se crían las gallinas que producen el huevo y el pollo que llega a la cocina; todas las ensaladas proceden de los surcos del mismo sitio y tanto el menú libre de gluten y lactosa como el general está elaborado con lo que se produce en el lugar.
Un alimento es orgánico siempre y cuando no se utilicen aditivos, conservadores que no sean naturales, plaguicidas ni fertilizantes. Tampoco está permitido que contengan hormonas, ni metales pesados, colorantes o saborizantes artificiales.
Mar de Jade tiene su propia cocina industrial para preparar alimentos como mermeladas de frutas cultivadas en sus huertos propios y crema de cacahuate, indica Laura del Valle en un recorrido por el lugar.
El sitio, llamado TAO de Jade, tiene su propia preparación de composta, utilizando los restos que quedan de cada comida que se sirve en las mesas del restaurante.
En el caso de los animales, tienen que criarse en “forma natural”, por lo cual se alimentan con pasturas frescas, forrajes y granos orgánicos y sin estrés.
Según Expansión en su artículo “El saludable negocio de la comida orgánica” el proceso de todo lo anterior deber certificarlo un especialista, éste revisa el agua, la tierra y los productos cada año, de forma que se asegura que el proceso de cultivo es el adecuado.
“Se trata de un sistema de producción agrícola que fomenta y mejora la sanidad de los suelos y los ecosistemas”, explicó a Notimex, Samuel González Guzmán, presidente de la Fundación E, una asociación sin fines de lucro que ayuda a la generación de empresas.
México es el cuarto productor de alimentos orgánicos en el mundo y uno de los 20 principales exportadores en el mundo, según el Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera.
Oaxaca, Chiapas y Michoacán concentran el 50% del total de tierras destinada para la producción de estos alimentos.